La fotografía OVNI mejor estudiada de la historia
4 de septiembre de 1971. Lago Cote (Costa Rica)
Un avión del gobierno sobrevuela todo el país. Cada rincón. Su objetivo: fotografiar palmo a palmo toda la superficie para elaborar un completo mapa fotográfico. Para cumplir su tarea, el avión porta una cámara fotográfica de alta resolución que toma imágenes del suelo cada pocos segundos. De este modo, todas las regiones del país quedan inmortalizadas. Aparentemente, no se registró ninguna anomalía. Sin embargo, cuando los expertos empezaron a ordenar las imágenes tomadas sobre el lago Cote descubrieron algo totalmente extraño.
Durante años, el suceso quedó relegado al olvido en los archivos oficiales. Sin embargo, gracias a las pesquisas del investigador Ricardo Vilchez la anomalía volvió a salir a la luz. El misterio radicaba en una de las imágenes que la cámara automática tomó en el lago Cote, en la que se aprecia un extraño objeto discoidal de aspecto metálico que emerge verticalmente desde las aguas. Sin lugar a dudas, el objeto se parecía a los habituales platillos volantes. Fue a partir de ese momento cuando empezó la investigación del caso, unas pesquisas en las que intervinieron numerosos expertos y en las que se emplearon muchas horas de trabajo.
Los exámenes fueron realizados por el físico Richard Haines y el astrofísico Jacques Vallée. Sus informes se añadieron a un espectacular dosier que fue dado a conocer en 1998, expediente gestionado por un importante matemático y físico llamado Peter Sturrok, profesor emérito de la Universidad de Stanford.
En aquel trabajo, los investigadores quisieron plasmar aquellos episodios OVNI que estaban respaldados por una investigación científica digna y que proporcionaban una evidencia científica irrefutable de la existencia del fenómeno. Dicho expediente llegó incluso a la mesa del entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, sobre quien es interesante señalar en este momento que durante sus años jóvenes y universitarios manifestó gran interés por el fenómeno.
En relación con la imagen del lago Cote, lo primero que hicieron los analistas fue someter a tratamiento digital la fotografía para, en primer término, determinar la naturaleza del objeto que aparecía allí de tal guisa: la mitad del artefacto estaba sobre el nivel del agua, mientras que la otra parte quedaba sumergida bajo la superficie. Tras los diferentes procesos de estudio se determinó que el objeto era real y físico. Además, localizaron varios indicios que apuntaban a que el no identificado estaba emergiendo desde las profundidades.
El siguiente paso consistió en averiguar datos sobre el objeto. Para ello, Haines y Vallée empezaron a efectuar cálculos. Sabían del arco geográfico fotografiado, así como de su tamaño. Calcular las dimensiones del objeto ya era una simple cuestión matemática. Así, finalmente, dictaminaron que el tamaño era extraordinario: 210 metros de diámetro.
Los estudiosos – con objeto de saber a qué velocidad estaba emergiendo desde las aguas el artefacto – partieron del intervalo de tiempo que pasaba entre una fotografía y otra. El hecho de que el no identificado no se adivinaba más que en un fotograma indicaba que había emergido y después ascendido a gran velocidad, que fue estimada en nada menos que 3000 kilómetros por hora como mínimo. No había nada parecido de ese tamaño que pudiera volar a esa velocidad. Para los especialistas, la valía del informe fue suficiente para que Sturrok decidiera incorporar el caso a su expediente científico, aunque por desgracia aquello no tuvo gran impacto en la opinión pública.
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En el informe final, los expertos emitieron el siguiente dictamen: “El análisis del negativo ha confirmado nuestras iniciales sospechas de que el disco volador es ciertamente anómalo”. A día de hoy, se considera como la fotografía OVNI mejor estudiada de la historia. Además, se asegura que es una prueba incontrovertible de que el fenómeno es absolutamente real. ¿Y quién puede negarlo
4 de septiembre de 1971. Lago Cote (Costa Rica)
Un avión del gobierno sobrevuela todo el país. Cada rincón. Su objetivo: fotografiar palmo a palmo toda la superficie para elaborar un completo mapa fotográfico. Para cumplir su tarea, el avión porta una cámara fotográfica de alta resolución que toma imágenes del suelo cada pocos segundos. De este modo, todas las regiones del país quedan inmortalizadas. Aparentemente, no se registró ninguna anomalía. Sin embargo, cuando los expertos empezaron a ordenar las imágenes tomadas sobre el lago Cote descubrieron algo totalmente extraño.
Durante años, el suceso quedó relegado al olvido en los archivos oficiales. Sin embargo, gracias a las pesquisas del investigador Ricardo Vilchez la anomalía volvió a salir a la luz. El misterio radicaba en una de las imágenes que la cámara automática tomó en el lago Cote, en la que se aprecia un extraño objeto discoidal de aspecto metálico que emerge verticalmente desde las aguas. Sin lugar a dudas, el objeto se parecía a los habituales platillos volantes. Fue a partir de ese momento cuando empezó la investigación del caso, unas pesquisas en las que intervinieron numerosos expertos y en las que se emplearon muchas horas de trabajo.
Los exámenes fueron realizados por el físico Richard Haines y el astrofísico Jacques Vallée. Sus informes se añadieron a un espectacular dosier que fue dado a conocer en 1998, expediente gestionado por un importante matemático y físico llamado Peter Sturrok, profesor emérito de la Universidad de Stanford.
En aquel trabajo, los investigadores quisieron plasmar aquellos episodios OVNI que estaban respaldados por una investigación científica digna y que proporcionaban una evidencia científica irrefutable de la existencia del fenómeno. Dicho expediente llegó incluso a la mesa del entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, sobre quien es interesante señalar en este momento que durante sus años jóvenes y universitarios manifestó gran interés por el fenómeno.
En relación con la imagen del lago Cote, lo primero que hicieron los analistas fue someter a tratamiento digital la fotografía para, en primer término, determinar la naturaleza del objeto que aparecía allí de tal guisa: la mitad del artefacto estaba sobre el nivel del agua, mientras que la otra parte quedaba sumergida bajo la superficie. Tras los diferentes procesos de estudio se determinó que el objeto era real y físico. Además, localizaron varios indicios que apuntaban a que el no identificado estaba emergiendo desde las profundidades.
El siguiente paso consistió en averiguar datos sobre el objeto. Para ello, Haines y Vallée empezaron a efectuar cálculos. Sabían del arco geográfico fotografiado, así como de su tamaño. Calcular las dimensiones del objeto ya era una simple cuestión matemática. Así, finalmente, dictaminaron que el tamaño era extraordinario: 210 metros de diámetro.
Los estudiosos – con objeto de saber a qué velocidad estaba emergiendo desde las aguas el artefacto – partieron del intervalo de tiempo que pasaba entre una fotografía y otra. El hecho de que el no identificado no se adivinaba más que en un fotograma indicaba que había emergido y después ascendido a gran velocidad, que fue estimada en nada menos que 3000 kilómetros por hora como mínimo. No había nada parecido de ese tamaño que pudiera volar a esa velocidad. Para los especialistas, la valía del informe fue suficiente para que Sturrok decidiera incorporar el caso a su expediente científico, aunque por desgracia aquello no tuvo gran impacto en la opinión pública.
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En el informe final, los expertos emitieron el siguiente dictamen: “El análisis del negativo ha confirmado nuestras iniciales sospechas de que el disco volador es ciertamente anómalo”. A día de hoy, se considera como la fotografía OVNI mejor estudiada de la historia. Además, se asegura que es una prueba incontrovertible de que el fenómeno es absolutamente real. ¿Y quién puede negarlo
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