Al llegar al apartamento de Pistorius, el vecino se encontró a una mujer herida estirada a los pies de la escalera y a un “hombre de rodillas” que intentaba practicarle la respiración artificial a su lado “introduciéndole los dedos en la boca”. Aún no sabía que era el paralímpico.
La víctima presentaba heridas en “el muslo derecho, parte superior del brazo derecho y tejido cerebral en su cabello”, detalló el médico.
“Le disparé, pensé que era un ladrón y le disparé”, le dijo Pistorius a Stipps nada más verlo, según su testimonio. El vecino indicó que el atleta estaba “emocionalmente trastocado” y llorando decía: “Dios, déjala vivir, no la dejes morir” al tiempo que prometía “que dedicaría su vida a Dios si ella sobrevivía”, contó el testigo. “Quería ayudar a la mujer, me pareció sincero”, admitió.
En la sala de vistas, el atleta se vino abajo por primera vez en los cuatro días que dura el juicio, agachando su cabeza y tapándose los oídos con sus manos cuando el testigo explicaba que Steenkamp “no tenía pulso y estaba herida de muerte”, hasta el punto que el médico tuvo claro desde el principio que no había nada qué hacer por su vida.
Pistorius se enfrenta a una pena de cadena perpetua si es condenado por asesinato premeditado, como pide la Fiscalía. En su defensa, el atleta sudafricano conocido como Blade Runner, manifestó que disparó a través de la puerta del lavabo al estar convencido de que en el interior se había escondido “un intruso” y que quería protegerse él y a su novia de un posible ataque.
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