La novia pudo ser fotografiada entre el revuelo de curiosos, invitados y periodistas . Vestía un traje largo en tono blanco sucio estilo vintage, con escote y abotonado a la espalda y larga cola. El pelo lo llevaba ondulado con un pequeño adorno floral a un lado y maquillaje obra del Juan Pedro Hernández. «Señoría, sonría», le gritaron varias personas a la entrada de la iglesia. Y, solo entonces, la juez que nunca cambia el rictus, esbozó una leve sonrisa.
Al término, ya con su marido del brazo, la pareja volvió a montarse en el coche que los condujo hasta el palacio de los Condes de Lebrija, en la céntrica calle Cuna de Sevilla. Una lluvia de pétalos lanzadas por varias niñas cubrió su salida de la capilla.
Los invitados, los hombres de chaqué y las damas con trajes de cóctel, tocados y pamelas, recorrieron a pie el trayecto que separaba la iglesia del convite, que empezó pasadas las 14.30 horas y en el que, a la entrada, había un férreo control de acceso. Ya dentro, los invitados degustaron un menú servido por Miguel Ángel en el que hubo un aperitivo donde no faltó jamón y más tarde un menú a base de salmorejo con buey de mar, solomillo con foie y helado. Y luego las copas de rigor.
La juez Alaya lleva 30 años casada y tiene 4 hijos .
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