Poco después de escuchar varios disparos procedentes de la casa de Óscar Pistorius en el complejo de Silverwoods (Pretoria) el radiólogo Johan Stipp acudió hasta la residencia de su vecino. Encontró a un hombre de rodillas junto al cuerpo de una mujer, sin saber, entonces, que se trataba de Óscar Pistorius.
El atleta sudafricano le metía los dedos en la boca para tratar de reanimarla en vano. Stipp comprobó sus pupilas dilatas, sin pulso en el cuello, y el tejido cerebral que se derramaba desde una herida por el pelo. «Era obvio que había sido herida de muerte».
Por primera vez, el Tribunal Superior de Pretoria escuchaba el testimonio de un testigo directo de los fatales acontecimientos de la víspera de San Valentín, cuando Óscar Pistorius mató de cuatro disparos a su novia Reeva Steenkamp. El relato en vivo que al fin ponía cara a los personajes de aquella madrugada dramática.
«Recuerdo sus primeras palabras: La he disparado, pensé que era un ladrón. La he disparado», recordó Stipp entre los sollozos de los familiares y amigos de Reeva Steenkamp, mientras Óscar Pistorius se tapaba los oídos y comenzaba a llorar. Por un momento, el atleta pareció experimentar una náusea, y los alguaciles tuvieron que acercarle una bolsa de plástico por si fuera a vomitar, según relataron varios periodistas cercanos al banquillo de los acusados.
«Pienso que sus sentimientos eran sinceros. No paraba de repetir: Dios, déjala vivir, no dejes que muera». «Después, el hombre subió la escaleras y desapareció durante dos minutos –continuó el doctor-. Pregunté por la pistola; por un momento temí por su vida».
Stipp fue llamado por la Fiscalía, pero su testimonio dibujó el retrato de un hombre arrepentido y desesperado por las consecuencias de sus actos. Ese retrato casa con la versión de la defensa del atleta, que argumenta que Pistorius la disparó por error al confundirla con un intruso. Sin embargo, el testimonio del vecino también condena al corredor paralímpico: oyó unos gritos de mujer procedentes del cuarto de baño que él podía ver desde su ventana, con las luces encendidas y una silueta moviéndose en su interior.
Si una mujer gritaba por su vida, tal y como relató Stipp, desde un cuarto de baño iluminado, es imposible que Óscar disparara contra la puerta del cuarto de baño creyendo que su novia se encontraba en la cama y que en el interior del habitáculo del inodoro se ocultaba un ladrón. Los gritos respaldan además, la tesis de la Fiscalía de que el tiroteo se produjo durante una discusión de pareja.
Por eso, el implacable abogado de Pistorius, Barry Roux, volvió de nuevo sembrar las dudas en la declaración de los testigos de la acusación, una estrategia que empieza a dar sus frutos.
El equipo defensor insiste en que los gritos de mujer antes de los disparos que escucharon los vecinos bien podrían tratarse del propio Óscar Pistorius, dando alaridos desconsolados, y que esos impactos posteriores no eran disparos sino el impacto del bate de cricket que supuestamente utilizó romper la puerta y liberarla.
Johan Stipp aseguró que cuando se despertó oyó una discusión entre un hombre y una mujer, seguida de ruidos similares a disparos, gritos de mujer y más sonidos similares a disparos, lo que sirvió a Barry Roux para sembrar de nuevo la duda sobre cuántos tiros se produjeron y a cuestionar la investigación y todo el caso de la Fiscalía.
La defensa lo lleva a su terreno
El juicio contra Óscar Pistorius avanza y la defensa logra poco a poco llevarse el caso a su terreno, haciendo más plausible la versión del deportista sudafricano. Pero aún permanecen los testimonios de una pelea anterior al suceso que Barry Roux no ha conseguido deshacer, y que podrían llevar a Pistorius a la cárcel.
Oscar Pistorius está siendo juzgado en Tribunal Superior de Pretoria por el supuesto asesinato de su novia Reeva Steenkamp, a la que mató tras disparar en cuatro ocasiones a través de la puerta del cuarto de baño de su domicilio en el complejo residencial de Silverwoods (Pretoria). La Fiscalía sostiene que Pistorius le disparó intencionadamente tras una discusión, mientras él mantiene que la mató por error, al confundirla con un intruso que se ocultó en el cuarto de baño.
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